Tu sístole.
La sangre recorre mi cerebro
en un torrente que se quiere salir de su cauce
y hace que caiga de la felicidad
a la completa desdicha
en un gran estrépito,
mientras el alma se pregunta:
¿qué está pasando?
¿que vamos a hacer con nuestros huesos?
Y el cuerpo empieza a congelarse
y a refugiarse lentamente en el rincón
habitación de las pulgas.
Los ojos se clavan en el horizonte inexistente
y se agita la respiración
hasta el borde del desmayo.
Un grito horroroso sale de mis entrañas.
Tu diástole.
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