TRANSFORMACIONES

jueves, 20 de junio de 2013

Génesis

El escrito nace de la pequeñez, del silencio y la inexistencia del mundo. Aunque sea difícil escucharlo, existe como una  vocesita oculta, capaz de alegrar al que la descubra. Aparece en lugares inesperados: En la tristeza de un muchacho desconocido, el rincón de una habitación pequeña, los márgenes, los papelitos de colores, los momentos en que se detiene el incesante fluir de acontecimientos, cuando cesa el ruido. Significa que uno emprende la travesía hacia adentro. Puede ver a las otras personas, escucharlas y responder algo, pero sólo importa lo que está ocurriendo adentro: es un diálogo muy lento, lleno de silencios. Un diálogo en la más absoluta soledad.

La fortuna de encontrarse un bosque metido en una canción y un hombre dentro de él.

lunes, 17 de septiembre de 2012


Diario Número Cincuenta y Tres

(No porque haya cincuenta y dos detrás, sino por el tiempo que ha pasado: 14 de Septiembre del 2012)

Este es un diario sin interlocutor visible.

Pero vamos a imaginar que existe.

A veces, cuando uno tiene todo armado, cuando todas las sinfonías que dirige están sonando a la perfección, ocurre algo. Se riega la sangre sobre el mantel blanco, una piedrita vence el vidrio, se utiliza la clave incorrecta al comienzo de una película. Y son cosas así, tan pequeñas y sutiles las que hacen que todo se desdibuje, que la red se venga abajo.

Esta vez fue la escena de una película. El niño, que ha estado a punto de suicidarse, admite ante el hombre que lo rescata, que extraña a su mamá. Algo bastante simple. Que sin embargo fue suficiente para descorrer ese velo de la muerte, para que todo el cuerpo se convirtiera en una sola herida, cada vez más grande. Cada vez más abierta. Y ver en el espejo de ese niño, cómo todo lo que uno construye, las compañías que busca, los caminitos que emprende, las mascotas que trae, son arañazos, pataleos desesperados, intentos por traer a la casa toda la vida que ella se llevó.

Pero no es posible. Están hechas de ese vacío las relaciones con los otros. Haga de cuenta que el alma tiene unas capas, así como la tierra. Y que de pronto se va la capa más profunda. Las otras capas entonces se reacomodan y llenan ese vacío. Pero claro, no es lo mismo. El alma siempre va a resentir esa ausencia.

Ya han pasado varios años, dice uno. Casi no me acuerdo. No, la memoria inmediata no se acuerda. Pero la profunda jamás olvida. Esconde, pero no olvida. Y aprovecha cualquier oportunidad para mostrarse. Entonces termina toda esa temporada en la que uno declaró: “Días felices, llenos de música”.  

Que el tiempo lo cura todo. Tampoco es cierto. Uno se vuelve mañoso, le crecen garras, la piel se vuelve más gruesa. Pero son formas de adaptarse al hecho de que cada día crece la vulnerabilidad. Es como un charco de lava que lo circunda a uno. Y para defenderse, uno construye su castillo. Que puede consistir, y este es el más común, en “un trabajo estable”. A salvo de las preguntas, del tiempo libre que es tierra fértil para la introspección.

En mi caso, esa “estabilidad” viene de haber edificado una fortaleza con muchas torres. Transitar de la música a la escritura a la danza al cine a los amigos a Luna. Y cuando ninguna de esas torres está, o empiezan a fallar, soy una cosita así:   (Hay que tener una lupa para verla. Ni siquiera ruido hace).

Debería salir hoy. Los pajaritos cantan (en su jaula). Las nubes (de humo) se levantan. El sol entra por la ventana, a diferencia de ayer, que no quiso salir en todo el día. De hecho tenía planeado construir un bonito aspecto con todo y sonrisa   y salir a la calle a hacer averiguaciones. No quedarme aquí. Pero es necesaria esta estación. Especialmente porque no se ha disipado la niebla de la tristeza. Hoy, el día que apenas comienza, aún es ayer, todo el ayer.















domingo, 1 de julio de 2012

Siempre estuve impregnada de rock



Siempre  estuve impregnada de rock. El de la infancia, sonaba a todo volumen y sacaba corriendo a la tía Lucía. Los Prisioneros, Los Toreros Muertos, los Hombres G. Mientras otras niñas de siete años no sabían lo que era pedir una canción en una emisora, yo me iba al teléfono público del Seminario, echaba una moneda de veinte y pedía “Devuélveme a mi chica” Mi hermano en la casa se desternillaba de risa. Entrando a la adolescencia, tenía casetes que armaba grabando de la radio. Era un revuelto de Vilma Palma, Eros Ramazotti, Enanitos Verdes y Palito Ortega, con su célebre “Prometimos no llorar”, una canción que en la memoria familiar está asociada a la frase: ¿Quién me quitó mi música? dicha con furia, tras entrar a la casa en la bicicleta y descubrir que alguien me había apagado la grabadora. Con la entrada a la Universidad, apareció el Metal y sus mechudos. Haggard, Metallica, Iron Maiden, con “Fear of the dark”, que para mí era una canción de amor. También estuvieron Sui Generis, asociado a una tiendita llamada Los Tronquitos, y a una garrafa de vino barato, y Silvio, que merece una historia aparte. Siempre fui parte de esas multitudes que “baten mecha” en los conciertos,  se saben de memoria las letras y gritan cuando adivinan la canción que sigue. Impregnada de rock, he empezado caminos en la batería y en el bajo. Ahora, para devolverle toda la energía, los buenos recuerdos, el poder y la adrenalina que me ha regalado, le ofrezco al rock, con toda la humildad, mi trabajo con el grupo de niñas. Para que otros disfruten nuestros conciertos, bailen,  batan mecha, y por qué no, también se enamoren.

Así como la vida







Así como la vida, el agua fluye constantemente, pero tiene instantes de detención.

El agua de las lagunas está siempre pensando, escuchando, percibiendo. La rodea el silencio.
Las nubes, que pasan por encima, la observan y se detienen a escribir.

El viento silba y quiere despeinarlo todo.

Las montañas que rodean el valle, invitan. Y luego cambian de lugar.

El caracol se arrastra muy lentamente. Pero deja siempre un caminito marcado.

Los ojos están aquí, pero ya se han ido.

La danza de los árboles, es obstinada y permanente. Es como si conversaran.

Y aunque a ella la rodeen las miradas, está hecha de pura soledad.

jueves, 8 de marzo de 2012

Invitación




Invitación: 


A echar discurso desde la práctica
Arrancarse las etiquetas
Des - someterse, despercudirse, descontrolarse
Arañar, morder, patalear
Discutir, in-permitir, refunfuñar
Des - silenciar, antonimar, 
Crear.


Des – pertenecer, contraviar, escandalizar
Des - arrodillarse, in – perdonar, oscurecer,
Desadornar, chillar, desacordar, 
Inservir, des – escuchar, derrumbar,
Mala-mular, carcajear, desnudar,
Corromper, despintar, ensordecer.


Desordenar, explotar, manchar,
Des-lavar, desflorecer, sangrar,
Escupir, desenrollarse, desencajar,
Indecentir, despedazar, rebasar.


Ordinariar, ausenciar, remolinar,
Enmontarse, enmatarse, cerrarse,
Des-convivir, animalecer
Escrituriar.


COLECCIÓN DE MAÑANAS Y MEDIODÍAS

Uno. Siempre son difíciles los primeros días. No sabemos qué clase de monstruos tendremos que encontrarnos en el camino. Si ese panorama que dejamos atrás, seguirá siendo el mismo cuando volvamos o se presentará un viento huracanado que se lleve lejos a nuestros amigos. No tenemos idea. Por eso tenemos que ir con un guardaespaldas espadachín, para que nos defienda en caso de que quedemos muy cerca de las fauces de la bestia.

Todo parece normal. El guardaespaldas se asegura de que hayamos conquistado un terreno seguro, y va a esconderse en su guarida. Al mediodía, cuando volvamos a vernos, le hablaré de los árboles que crecieron en mi ausencia, los amigos que efectivamente desaparecieron, los monstruos, pero también príncipes, que estamos encontrando en el atardecer.

Dos. Yo, que hasta anoche era una bailarina luminosa y ebria, debo vestirme ahora de gris, botones hasta el cuello, zapatos de charol. El tiempo, esa cosa que ya no existía en la mente de nadie, volvió a aparecer con su guillotina: 5:30 a.m. 6:00 a.m. Levánteséeee!!!. El espacio que se había derramado despedazando puertas y ventanas, se redujo de nuevo. Paso adelante, paso al lado, paso atrás. Pared. Y las personas que formaban un tren de la felicidad, se fueron con todo y música. Quedan apenas un par de fantasmitas. Exactas horas para moverse, idénticas palabras y preguntas cada día. El mismo silencio. Tardaré en volverme a acostumbrar. Concédanme unos días de amnistía, de no hacer, de seguir riendo. Ya seré capaz de enfilarme.

Tres. Hoy formamos una competencia de aventamiento de animales. Primero fue la tortuga. Volaba sorprendiendo a los niños adormilados de cuarto. Y yo gritaba desesperadamente para que me permitieran rescatarla. Luego el gato. Se le erizaban sus pelos y afilaba las garras al caer. Los demás reían y el monstruo solo podía condescender. Subía la tortuga conmigo, bajaba el gato. Bajaba yo tras del gato, y antes caía la tortuga. De esta forma transcurrió toda mi clase de ciencias naturales. Fue tan divertido!.

Cuatro. A las señoras matas que cargamos hoy hasta el refugio, les puse su respectivo nombre. Margarita, la que yo cargué, la de hojas más cortitas. Y Eugenia, que luce mayor, por sus hojas más grandes. Las dos son de la familia cheflera. No se crea que es una costumbre banal la de ponerle nombres a las matas. Es una herencia. La tía Marta Atomarté acostumbraba a ponerle nombre y apellido a los animales. Uno de ellos, el pato, se llamaba Belarmino Sepúlveda. Tenía sus dos metros cuadrados de habitación, todo un pent-house. ( Las gallinas y palomas, vivían hacinadas en jaulitas en las que apenas podían moverse sin pisotear a sus compañeras). El día en que murió Belarmino Sepúlveda, la noticia se extendió por varios kilómetros, hasta llegar a oídos del tío Carlos Julio. Murió Belarmino Sepúlveda, le dijeron con gravedad. - ¿Quién era ese? El señor de la esquina, de los Sepúlveda del almacén de zapatos?, preguntó. Y con la tía Marta nos burlamos hasta quedar sin alientos. Ahora que la tía también se fue, se me hace justo seguir con la tradición. No solo los animales tendrán nombre y apellido, también las matas. En la noche, con la ayuda de un acompañante, les asigné familia. Margarita Olivares y Eugenia Montealegre, se llaman ellas.

Cinco. Tigris está enfermo. El otro día tuvo una pelea con Lucas y perdió los dos ojitos. Entonces anda ciego. Lo tenemos anestesiado, pero cuando se despierte va a entrar en depresión. Peor que cuando se me perdió en el Carrefour. Ese día hice carteles con su foto para volverlo a encontrar. Hice un mural con una piedra naranja, en el muro de una droguería, y me vine llorando desde esa esquina, hasta mi casa. Al día siguiente volvimos al almacén, a preguntar si alguien lo había visto. Y sí, ahí estaba! Me estaba esperando! Pero estuvo muy bravo conmigo los días siguientes, no me quería hablar, decía entre dientes que yo lo había abandonado. Pasaron dos semanas para que quisiera reconciliarse conmigo. Luego tuvo la feroz pelea, en la que quedó ciego. Su hijo Éufrates está muy preocupado con él ( aunque también perdió sus dos brazos en una gresca ). Tengo que comprarle su par de ojos mañana.

Seis. Hoy en clase me preguntaron a quemarropa, qué había leído en la vida. Quedé casi paralizada y empecé a escupir títulos de libros rusos que empecé y dejé abandonados. Luego la pregunta fue más cerrada: qué fue lo primero que leyó? Peor por ahí. Está usted apelando a ejercicios de memoria que para mí son muy difíciles. No recuerdo dónde estuve ayer a esta misma hora, haciendo qué, ni con quién. Ahora sí voy a recordar lo primero que leí. Pero cuando el fusilamiento pasó a otras personas, me puse a pensar: A ver, recuerde, qué fue lo primero que leyó. Como un ejercicio de regresión. Cuál es la cosa más remota que recuerda haber leído. Y tratando de responder eso, se apareció un libro. No lo leía yo. Me lo recitaba él con su vozarrón. Y yo entraba en un estado de embobamiento escuchándolo, viendo los dibujitos, y le pedía que me lo leyera muchas veces… Allá arriba, muuuy arriba, está la luna, pompa de jabón, colgada de las barbas del viento. Ese libro, esa voz y ese poema, son los culpables de todo. En esos días se me rayó la cabeza. Si podía, no? Muy difícil?

Siete. Tiene que haber una hermosa historia detrás de todas tus caras. Cada día eres una cosa diferente, a la que alguien re-miserable saca de su profundo sueño y la lanza a las fauces de los lobos. Cada día una princesa intocable o un corazón conmovido por los animales. Por las noches una pequeña fierecilla o un ángel diligente. Y yo que al cabo de los gritos y el estremecimiento de la ira, regreso al lugar en el que eres, con ese para de ojos, mi razón de vivir.

jueves, 19 de enero de 2012

Escondida

Me volví a encontrar. Escondida tras las miradas de otros, sus voces y músicas, no me veía. Y se revelaron mis palabras, el hogar que construí con ellas, la historia que durmió lo suficiente y ahora clama por despertar.

martes, 30 de agosto de 2011

Nueva metamorfosis

Presiento que he cambiado. He dejado, sin ningún aspaviento, lugares a los que antes me aferraba con las uñas, personas que necesitaba para sentirme viva, empresas en las que insistía con testarudez. He vuelto al tinto, al desparpajo en mis manifestaciones artísticas. A comprarme esferos divertidos y andar con los zapatos rotos. No queda nada del árbol que fui. Está ocurriendo la metamorfosis en una animala que aún no sé nombrar... Tal vez la animala solitaria y mechuda que he sido siempre.

lunes, 9 de mayo de 2011

El abuelo

A veces al abuelo viene a atormentarlo la muerte. Se le aparece en los sueños o se manifiesta en forma de fiebre. Entonces él amanece con la angustia dibujada en el rostro, y nos pide que llamemos a sus hijos para ver si aún están vivos, o nos advierte que alguno se quiere morir, porque él hace varias noches que no encuentra sosiego, que tiene que abrigarse muy bien para poder dormir.

Ojalá la muerte fuera tan bondadosa de avisar que se va a aparecer, de mandar una cartita morada diciendo: ya le toca el turno, o advertirle a los familiares: estén pendientes que me voy a llevar a fulano. Pero la maldita se aparece en cualquier momento, especialmente cuando a uno se le ha ocurrido pensar que todo es feliz, y agradecer a quien corresponda por las bondades que le ha brindado. Como para que uno siempre tenga presente que ella existe. Emerge diciendo: ¿Qué creyó? ¿Que era inmortal? Y luego suelta una estrepitosa carcajada.

Sin embargo, ninguno tiene derecho a arrebatarle la angustia al abuelo, a él lo distrae pensar en las manifestaciones del más allá. Pensar que la muerte es una señora bondadosa que vendrá con carnaval previo y anestesia, que lo mantendrá avisado cada vez que quiera aparecer.