Hombres
con las manos en los bolsillos
durmiendo contra las paredes del parque,
laberintos
en los que se satisfacen
los deseos de sevicia y crueldad.
Puertas cerradas
por la mano de la envidia.
Caudaloso río de chismes.
Calles muertas
y cerros coronados
por la gran prisión.
Fábrica de autómatas con fusil.
Y en los buses,
el respectivo olor a pecueca,
y a chicha con calzón.
No creo que exista una mejor descripción de Santa Rosa.
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