TRANSFORMACIONES

lunes, 9 de mayo de 2011

El abuelo

A veces al abuelo viene a atormentarlo la muerte. Se le aparece en los sueños o se manifiesta en forma de fiebre. Entonces él amanece con la angustia dibujada en el rostro, y nos pide que llamemos a sus hijos para ver si aún están vivos, o nos advierte que alguno se quiere morir, porque él hace varias noches que no encuentra sosiego, que tiene que abrigarse muy bien para poder dormir.

Ojalá la muerte fuera tan bondadosa de avisar que se va a aparecer, de mandar una cartita morada diciendo: ya le toca el turno, o advertirle a los familiares: estén pendientes que me voy a llevar a fulano. Pero la maldita se aparece en cualquier momento, especialmente cuando a uno se le ha ocurrido pensar que todo es feliz, y agradecer a quien corresponda por las bondades que le ha brindado. Como para que uno siempre tenga presente que ella existe. Emerge diciendo: ¿Qué creyó? ¿Que era inmortal? Y luego suelta una estrepitosa carcajada.

Sin embargo, ninguno tiene derecho a arrebatarle la angustia al abuelo, a él lo distrae pensar en las manifestaciones del más allá. Pensar que la muerte es una señora bondadosa que vendrá con carnaval previo y anestesia, que lo mantendrá avisado cada vez que quiera aparecer.

Las palabras

Las palabras que nacen luego de trasegar dificultosamente por el bosque lleno de fango, lluvia, ramas espinosas y el frío pegado a los huesos, son diáfanas, ignoran las luchas internas que operan en cada uno de los seres que las leen, son unas criaturillas salvajes, indomables, incapaces de meterse en esos cuadritos que las mentes han fabricado. Aunque les sorprende ser igualmente objeto de cariño y ganas de llevarlas de paseo, que de poderosas patadas que las lanzan a un cajón llamado olvido, saben que acá, en los intrincados laberintos del alma, siempre tendrán un refugio.