El día en que bautizamos la lluvia
y nos llenamos los bolsillos de tierra verde
para ir persiguiendo a la belleza,
desaparecieron del mapa todas las tristezas
y los días grises.
Se nos quedó sembrada en el cerebro
la idea de que éramos eternos
y en el alma la fantasía de ser felices.
La lluvia jamás volvió a ser la misma.
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