TRANSFORMACIONES

viernes, 18 de septiembre de 2009

Resultado

Los ríos de sangre que bajaron por las mejillas resecas e inundaron el lugar que antes era tranquilo como un ángel durmiendo, encontraron su cauce, los surcos de tierra abiertos con las uñas, la inquietud constante, los rejos necesarios para azotar costillas.

Un asunto de entrañas

Las entrañas se revuelven con sólo ver errores de ortografía y peatones atravesados, escuchar vallenatos, señoritas estúpidas, hombres idiotas, soportar mediocridades, oportunismos y perezas con disfraz de dignidad. Por eso es mejor no salir a la calle. Ni abrir el correo. Ni contestar el teléfono. Ni abrir la puerta.

Una solución

Para que mejoraran las cosas sería pertinente hacer una masacre de todas las vecinas chismosas que sólo sirven para pararse en las puertas de sus cuchitriles a mirar qué cara hacen los demás y cuchichear como ratas, rezar cosas que ni siquiera ellas entienden, y hacer expresión de estar oliendo mierda cuando saludan.

Fastidio

El fastidio de tener que soportar un vallenato no es solamente el maldito ruido, sino también la sensación de estar metido entre una buseta con el consiguiente revolcón de tripas, el olor a perfume de silla mezclado con orines viajeros, el calor asfixiante, los sacudones, y la impresión de que todas las personas son malditos choferes.

Noticias

(Se nos están cayendo los dedos de las manos, ya sea por accidentes con ralladores, o porque sí).

Cuando la mediocridad es un mar de mierda que inunda todas las entidades, empresas, oficinas, organizaciones, asociaciones, incomodan quienes en lugar de máscaras, tienen el rostro y las manos llenas de espinas, quienes son capaces de escupir en la cara de las bestias con acento de modelo paisa, quienes insisten en empresas perdidas, causas de titanes, quimeras de locos.

Entonces los sacan a volar

Volar

Volar.

sábado, 22 de agosto de 2009

Un asunto espacial

FASE UNO


Normalmente tiene graves problemas para ubicarse. Solo lo logra con destreza (aunque no siempre) si se trata de un lugar que recorre todos los días caminando. En los demás casos, es presa de una gran estupidez en todo lo relacionado con puntos cardinales, derechas, izquierdas (siempre ha de mirar cuál de sus dos manos tiene unos puntos cafés, para identificar la izquierda), arribas, abajos. Y hay lugares que son la completa perdición, aunque en ellos haya vivido unos años. Sectores que simplemente no le han logrado entrar en la cabeza.



FASE DOS


Aunque se ve una sola, se ha desprendido en dos. Una que está en un lugar llamado décadas atrás o uno llamado nada. Y la otra que está en un lugar llamado "aquí". Solamente cuando la primera logra recordar algún pasado inmediato en el cual estuvo "aquí", se encuentra con la segunda. Entonces pueden decir: ya estamos aquí.


FASE TRES


A veces la primera se va tan lejos de la segunda, que le borra por completo el lugar panorámico, y la segunda no puede saber donde está, ni a donde tiene que ir. Aunque las dos hayan estado muchas veces en ese lugar. En esos casos la segunda entra en pánico, se siente desamparada, vulnerable, angustiada. Hasta cuando la primera aterriza con fuerza. Y es un gran alivio.


jueves, 11 de junio de 2009

Bajo los efectos II

Obligada por las circunstancias, la loca, que sostiene entre sus manos los hilos de varias cometas, unas muy lejanas en el horizonte, otras tercas que se niegan a salir volando, se detiene un instante. A escuchar el torrente que pasa por su lado. Se oyen gritos, tractomulas estrellándose, señoras paranoicas, manos endiabladamente arrugadas, segundos que esclavizan, instrumentos que se rompen, cables invadiendo el alimento, platillos que suenan como cilindro de gas, fiscales condescendientes, pies machucados, exposiciones casi impecables, sillas vacías, caras de revólver, jefes despistadas, señores que regañan, estómagos que enferman. (Se acabaron las veinte botellas de suero verde con sabor a manzana. Queda un tal Vai cascándole a la guitarra hasta que le saca el último suspiro).
...Y las cometas?

Outside the net

Cuando uno se borra del mundo virtual - es decir que se borra de ninguna parte, porque si es virtual es porque no existe -, quedan los personajes de este lado de la pantalla, los amigos que pertenecen a los cinco dedos de la mano izquierda (que es la que sirve), los eventos a los que de verdad se asiste (una izada de bandera hecha por engendros), los grupos a los que se pertenece (el de los perros), las cosas viscerales que se han vivido (aunque nadie se entere).

La cueva

Un sitio en donde solo se escucha mi voz, se ven los huesos y venas brotadas, los ojos cansados, la boca reseca, los pies maltratados, la cabeza que pica, el sueño eterno y la liviandad. Las manos que se entrelazan con si mismas, la boca que no besa, los brazos que bailan-castigan, en vez de abrazar. Una luz que se apaga para poder dormir.

Don Silvio

Que se atreva a cantar, ahora que por enésima vez, decidió no venir a esta cueva, (o decidieron no dejarlo entrar, quien sabe). Seguirá su séquito de novecientas cincuenta canciones siendo el fondo musical para la vida, y sus letras traídas de los cabellos el coro para atreverse alguna vez: La canción que siendo toda una fiesta, se convirtió en un réquiem. O la que es un retrato descarnado de la vida cotidiana. Pero sobre todo, esa que podría escuchar mil veces seguidas, sin cansarme y que solo he podido conseguir en mi propia casa. Nadie más en el mundo la tiene (o no se les ha dado la gana de dejármela escuchar). Y todas las demás.

Los versos han muerto

Los versos han muerto, quedan las palabras con la cara llena de chocolate y las rodillas muy sucias. Estaban de paseo en el monte y regresaron aún más salvajes de lo que eran, (un ardor en el pecho) indomables y obstinadas (ardor revuelto con dolor). Aunque las hayan querido reprimir, esconder, ignorar, vuelven a salir como si nada hubiera ocurrido. Y luchan contra los monstruos hasta que los matan y les ponen encima una bota puntuda, mientras se cruzan de brazos y sonríen triunfantes, con su sombrero de vikingo, y sus largas trenzas…

Historia antigua y su continuación

Y si la música me matara de nuevo, de a pocos, réplicas del terremoto asomándose por los vericuetos del vacío, le entregaría las armas que no tengo, el poco juicio que ha logrado nacer, la simple ráfaga de la vida.

(Pero no logró matarme, más bien al contrario).

Bajo los efectos I

Todos los médicos están huyendo, los ojos son dos bolas de fuego, las manos unos témpanos de hielo. Quisiera ir a uno de esos lugares en donde la luna, o el sol, se ven gigantes, aunque no se si existen o son efectos especiales de las películas: ir solo por saber si es cierto. Y después enruanarme por unas décadas, con algo de música que no se repita ni exija derechos de autor. Y ver si las manos llegan a arrugarse de forma tan bestial que borren la cara.

jueves, 26 de marzo de 2009

Aprendizajes



El silencio es la única respuesta.
La distancia, la mejor arma.
La máscara, la estrategia más efectiva.
La puerta cerrada, la mejor salida.
El cansancio, la medicina infalible.
El egoísmo, el verdadero triunfo.
La música, el alimento.
La soledad, una gran fiesta.

lunes, 19 de enero de 2009

Minificción


En más de una ocasión la alarma consiguió electrizar la ínfima cubierta de los huesos, los párpados se contrajeron y llena de júbilo, la culebra se preparó para acechar. Pero esta vez tampoco apareció la presa. Huidiza presencia. Sin embargo, aún le quedaba un arma: transmitir su veneno por el pensamiento. Y deslizándose por entre el tierrero, se enroscó en las profundidades de una cueva maloliente. A pensar. Y todas las víctimas cayeron a sus escamas.

sábado, 17 de enero de 2009

A Duitama

Mulas que se desparraman por toda la geografía nacional, convierten cualquier paseo en un infierno, amenazan de muerte a cada ser que se les aparece en el camino, convierten los caminos en desastres y los pulmones de la gente en negros chicharrones.

Ratas ciegas que corren afanadas tras el olor a rancio de las sotanas vestidas por los reyes de la hipocresía, el oportunismo y la estupidez.

Buitres que pagan y aplauden a una caterva de asesinos, por enterrar sus espadas en un ser previamente torturado con sevicia y se ufanan de su gran valentía.

Bestias que destruyen en segundos la vida que ha tardado cientos de años en aparecer, que además de lástima, produce toneladas de podredumbre para depositarla solapadamente donde los vecinos.

Muchedumbre ignara.

¿Humanos?

El cóndor de los andes, imponente señor de la gran cordillera, con sus alas magníficas y toda su majestuosidad, encerrado y triste. El sinsonte oculto y confundido entre tantas rejas. El león, flaco y cansado, dando vueltas en el simulacro de cueva. La leona sin alientos siquiera de moverse. Las culebras reducidas a su más simple expresión, incapaces de abrazar o envenenar a los intrusos. Debidamente organizados, con letreros explicativos. Nombre, especie, estado de conservación. Y pagamos por ver.

Fauna

Aunque los demás animales se han encerrado en un mutismo contra el cual chocan las preguntas, las confabulaciones sospechosas, los asomos de emprendimiento, la bestia contempla tranquilamente el horizonte.

Metamorfosis de la bestia

Ave fantástica
Ave enjaulada
Rata
Perro
Culebra
Vaca
Oveja
Burro
Gaviota
Oso polar.

viernes, 16 de enero de 2009

Toca

En el pueblo anclado en las costumbres de la antiguedad,
los himnos que retumban en todas las casas
son tanto un canto a la guerra como a Cristo Rey,
los soldados hacen parte del paisaje,
y en las casas de intrincados y misteriosos laberintos,
las risas de los paganos herederos,
son más poderosas que el hielo.

A little fairy tale

Mientras las doce mil almas que hacían fila para entrar en el purgatorio, escupían expresiones de resignación y pobreza, y ahogaban con risitas socarronas los intentos de sublevación de algunos pocos espíritus rebeldes, había una cabeza, maldita, corrupta, por la que no transitaban pensamientos, sino tentativas de homicidio. Y reía a carcajadas...

Las mulas

Si quisiera manifestarse, el diablo en uno de sus dulces sueños, se sacudiría levemente. Suficiente para que los millones de estúpidos, sirvientes de la velocidad, quedaran convertidos, como perros sin suerte, en plastas con las entrañas al descubierto, tapetes o piedras a la orilla del camino. En un abrir y cerrar de ojos. Entonces sonreiría.

Tania Espitia