Las entrañas se revuelven con sólo ver errores de ortografía y peatones atravesados, escuchar vallenatos, señoritas estúpidas, hombres idiotas, soportar mediocridades, oportunismos y perezas con disfraz de dignidad. Por eso es mejor no salir a la calle. Ni abrir el correo. Ni contestar el teléfono. Ni abrir la puerta.
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