Que se atreva a cantar, ahora que por enésima vez, decidió no venir a esta cueva, (o decidieron no dejarlo entrar, quien sabe). Seguirá su séquito de novecientas cincuenta canciones siendo el fondo musical para la vida, y sus letras traídas de los cabellos el coro para atreverse alguna vez: La canción que siendo toda una fiesta, se convirtió en un réquiem. O la que es un retrato descarnado de la vida cotidiana. Pero sobre todo, esa que podría escuchar mil veces seguidas, sin cansarme y que solo he podido conseguir en mi propia casa. Nadie más en el mundo la tiene (o no se les ha dado la gana de dejármela escuchar). Y todas las demás.
La canci'on no muere; respira en la torcida coclea y le pone alas de colibr'i. *zeayorse*
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