Los ríos de sangre que bajaron por las mejillas resecas e inundaron el lugar que antes era tranquilo como un ángel durmiendo, encontraron su cauce, los surcos de tierra abiertos con las uñas, la inquietud constante, los rejos necesarios para azotar costillas.
ëste fue el que más me gustó.
ResponderEliminarA que no adivina quién soy lero lero.