Mientras las doce mil almas que hacían fila para entrar en el purgatorio, escupían expresiones de resignación y pobreza, y ahogaban con risitas socarronas los intentos de sublevación de algunos pocos espíritus rebeldes, había una cabeza, maldita, corrupta, por la que no transitaban pensamientos, sino tentativas de homicidio. Y reía a carcajadas...
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