Así como la vida, el agua fluye
constantemente, pero tiene instantes de detención.
El agua de las lagunas está siempre
pensando, escuchando, percibiendo. La rodea el silencio.
Las nubes, que pasan por encima, la
observan y se detienen a escribir.
El viento silba y quiere despeinarlo
todo.
Las montañas que rodean el valle,
invitan. Y luego cambian de lugar.
El caracol se arrastra muy
lentamente. Pero deja siempre un caminito marcado.
Los ojos están aquí, pero ya se han
ido.
La danza de los árboles, es
obstinada y permanente. Es como si conversaran.
Y aunque a ella la rodeen las
miradas, está hecha de pura soledad.
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