Personajitos soñadores,
Cuya peor arma
No es el revólver que cargan,
Sino su maldita costumbre
De creerse emperadores.
Espacio en el que caben todas mis manifestaciones escritas. Tanto las que aspiran a ser poema o cuento, como los simples ejercicios de pensamiento en voz alta.
Personajitos soñadores,
Cuya peor arma
No es el revólver que cargan,
Sino su maldita costumbre
De creerse emperadores.
¿De donde salió la carne que estoy a punto de comerme?
Seguramente de un ser
A quien ataron y asesinaron
Combinando todas las formas de crueldad.
O tal vez de otro
Cuyo crecimiento forzaron
A punta de veneno.
O de uno al cual
Aniquilaron con dinamita.
En eso consistirá mi almuerzo.
Un lugar
En el que corre libre la brisa
Y las canciones voladoras,
En donde es posible
Ser el monstruo de las mil cabezas,
Y hay permiso
De jugar con las sillas y los papeles,
Puede convertirse fácilmente
En un segundo hogar.
Pequeño como niño,
Transita silente entre sus calderas,
Lanzando a veces
Carcajadas sardónicas
O miradas furiosas.
Mientras ha proscrito
Toda palabra
O asomo de afecto,
Se prepara obstinadamente
Para su autodestrucción.
Salieron de casa
Vistiendo el traje artesanal de la ilusión,
Con destino a una respetable librería.
Su madre, en el hogar,
Se los imaginaba triunfantes,
Habitando ahora bibliotecas particulares,
Repartiendo en muchas voces sus palabras.
Pero al visitarlos
Se los encontró arrumados
En el estante más escondido del lugar,
Como cualquier periódico de la semana pasada.
Y los trajo de regreso, en un abrazo perpetuo.
Ahora canta sus palabras, solo para ella.
Ahora solo hay oídos
Para recordar su voz delicada,
Su canción de niña
Habitada por la esperanza,
Emocionada por la vida.
Retraerla en tiempos de calma,
Y acompañarla con otras nuevas
En las que se atravesó la poesía,
Con las que se ha recuperado
La alegría de existir.
A veces,
Aunque abre la puerta
Para sentarse a dormir,
Un enjambre de voces masculinas
Se le mete a la cabeza
Y le dicta pasos de baile,
Coros de fiesta,
Las palabras
La llevan de la mano,
Y atraviesan el parque
Saltando en los charcos,
Asustando las palomas.
A veces se da cuenta,
Que tiene la alegría
Pegada a la piel.
Entre más veloz sea nuestra carrera,
Más perceptibles los gritos,
Más fuertes las pisadas en el pavimento,
Y abundante la vida social,
Nos damos cuenta
Que son la paciencia, la lentitud,
la soledad y la calma,
las que constituyen el camino correcto.
Primero se tiene la convicción
De que todos los grandes escritores
Están ya muertos.
Luego ocurre con la gente
Que ya era anciana cuando uno nació:
Sorprende mucho
Encontrárselos en la calle
Finalmente pasa con las mamás:
No se sabe quién la tiene viva.
Y se considera un atrevimiento,
Ver personas que aparte de ser madres,
Son hijas, nietas, y hasta bisnietas.
Ante la muerte,
Las personas ya no serán más
Sus nombres, profesiones, o caras.
Se convertirán
En aquello que hicieron, dijeron,
Intentaron en esos días.
Y conforme a esto,
Se les odiará,
O recordará para siempre.
Según las caras de los demás,
Lo que está ocurriendo
Es una verdadera tragedia.
Según sus actitudes,
La muerte
Es una oportunidad para figurar.
De acuerdo a sus creencias,
Ahora uno es objeto de compasión.
DESTRUCCIÓN
Es tanto el deterioro
La desidia, la destrucción
Imperantes en la casa,
Que sus habitantes
Y quienes los visitan,
Se acostumbraron a ello.
Y la costumbre
Es un muro infranqueable.
Un individuo evolucionando a planta:
Los oídos estallan con el ruido de los carros,
La voz queda exhausta
Tras pronunciar dos palabras,
La boca es un desierto calcinante,
Los otros individuos
Se transforman en potenciales asesinos.
MENTE
Demente arribando con dolor
A un punto sin retorno,
Tomándose un café
Sin la nata de la culpa,
Salpicando el viento de blasfemia,
Sonriendo, aullando, desesperando.
Era la luna llena.
Atrapados por el velo invencible
Del que no es posible despertar,
Los seres se retuercen,
Se rebelan contra el enigma,
Se sienten víctimas de una existencia precaria.
Se les esfuma el tiempo resolviendo el asunto.
Luego mueren.
Tan sinceras como el veneno
Servido en agüita de hierbas con limón.
la cabeza es una rueda volante
y no hay fuerzas para mantenerse despiertos,
se encuentran al caminar
constantes puertas cerradas,
puntos muertos,
enigmas que ya no vale la pena descifrar
Si no se habla de ella,
Aparece en los escritos,
Si no se escribe,
Florece en el pensamiento,
Si no se piensa,
Vuelve a ocurrir.
I
Una anciana pirinola parada en una esquina,
Con un bastón en sus retorcidas manos,
listo para asestárselo en las costillas
al primer peatón desprevenido que pase por ahí.
II
Un visitante, en el pabellón de enfermos terminales,
se acerca a una habitación, en la que yacen dos de ellos conectados,
y les pide que le bajen el volumen al televisor.
III
En el cementerio, su escuálida presencia
arrastra la escalera de las flores
y se detiene pensando:
sshhh estos manes se van a despertar!
Una mirada hecha de música y olvido,
un silencio omnipotente
que reclama tristeza,
la necesidad de compartirla
Llenarse los bolsillos de canciones y pepas de mandarina,
burlarse del tiempo y los hombres grises,
caminar al compás de un recuerdo feliz.
Algo hermana a los vendedores de buseta
y a los de maletín:
ignoran lo que mascullan,
su mirada parece muerta,
prostituyen la sonrisa.